El viaje de vuelta de España en las últimas navidades lo habíamos dividido en dos: Una primera parte de Barcelona a Singapur y la segunda de Singapur a Sydney, ambas separadas por unas 13 horas que afortunadamente empezaban a las 7 de la mañana por lo que nos dejaban todo un día por delante para visitar la ciudad estado.
Si tu vuelo hace escala en Singapur y dicha escala es de más de 4 o 5 horas el gobierno del país te invita a dar una vuelta de una hora en uno de esos típicos double deckers que tienen el techo de la planta superior descapotable. La verdad es que es un puntazo, desplazamiento de ida y vuelta al aeropuerto y visita a la ciudad por la cara, ¡qué más se puede pedir!
Después de desayunar llegamos a la ciudad y ya desde bien temprano la temperatura rondaba los 30ºC. Sumando a eso la elevada humedad típica en estos parajes tropicales el resultado era claro, inevitable sudada continua.
Tras el paseo gratuito en autobús de una hora que nos enseñó lo más típico de Singapur aún teníamos por delante muchas horas a nuestra disposición por lo que decidimos patearnos las zonas que más nos habían gustado de lo que pudimos ver desde el tour.
Lo primero que llama la atención de Singapur es lo moderno de la ciudad, plagada de rascacielos casi todos nuevos, al pasear por ella te olvidas que estás en un país del sudeste asiático. Lo segundo es sin duda la limpieza. La ciudad está impoluta, y ves a gente continuamente trabajando para que así sea. Cierto es que el país promueve el castigo corporal contra los ciudadanos que no tengan un comportamiento cívico (lo cual a mi forma de ver no es muy cívico) pero parece que el sistema funciona y lo hace de maravilla.
El centro de la ciudad es pequeño, se puede recorrer sin problemas a pie en un día. De hecho realizamos casi el mismo recorrido que nos había dado el autobús dejándonos solo sin ver los jardines botánicos. El centro financiero está dominado por los centros comerciales. Hasta más de 200 tienen repartidos por la ciudad, una obsesión que en ocasiones ralla la estupidez cuando ves varias tiendas de la misma marca separadas por pocos metros… No sé qué fijación debe tener esta gente con las compras, pero en España con tener 3 o 4 Corte Inglés por ciudad y algunas Fnac ya vamos servidos…
En estos centros comerciales también tienen implantada la cultura del Food Court que tenemos en Australia, véase desperdigar varias tiendas de comida rápida en torno a un gran área central lleno de mesas. Cada uno se compra la comida en la tienda que más le guste y después la comparte en la misma mesa con sus compañeros de trabajo.
Comimos en uno de estos food courts con Luis, compañero de Andrea en Lausanne que casualmente esa semana estaba en Singapur y después nos aventuramos a pasear por las calles menos principales. El resultado fue desastroso, saliendo del centro no hay nada más que edificios residenciales y ningún mall en el que resguardarse del calor con lo que acabamos caminando casi una hora bajo un sol de justicia que nos dejó terriblemente aplatanados.
Terminamos la tarde en Clarke Quay, una zona de bares y restaurantes en torno a un canal, que por lo visto por las noches tiene una actividad frenética. Nosotros por la hora a la que fuimos pudimos verlo desierto y disfrutar de una bebida bien fría en uno de sus bares.
Fue un día muy completo que nos permitió conocer la mayor parte de la ciudad arquitectónicamente ya que no pudimos disfrutar de su vida nocturna, museos o jardines, pero nos fuimos de vuelta a Sydney con un muy buen sabor de boca.